Sin Imaginación

De todo un poco

No estuvo tan mal

January 7th, 2018

4 años, 1,430 días,  34,320 minutos y 123,552,000 segundos me tomó terminar la universidad y a decir verdad no estuvo tan mal. Fue un proceso de múltiples cambios personales y emocionales. Alrededor del 2012-2013, escribía sobre la incertidumbre de ir la universidad. Me aterraba desperdiciar mi tiempo en algo que yo pensaba dominar. Nada más alejado de la realidad.

Para aquél entonces estaba en su apogeo la fiebre del emprendimiento y no era atípico encontrarse en algún foro de Internet alguien quien había abandonado la universidad. A la memoria me llegan algunos posts en el elhacker.net sobre el tema, me pregunto cómo le habrá resultado la vida a esa persona que desertó. Yo particularmente estaba influenciado por varios amigos (mayores que yo) que habían dejado la universidad para trabajar y trazar su propio camino sin presiones sociales de realizar una educación superior por la mera razón de hacerla. De igual forma, ciego por mi propia ignorancia, no tenía muy claro qué era la Ingeniería de Software y qué hacía un Ingeniero de Software, pues entendía que iba a aprender a programar más que nada (cosa que venía haciendo desde el 2008 con formación autodidacta). Previamente había tenido contactos con Ingenieros en Sistemas cuando hice CCNA en ITLA pero nunca conocí a un Ingeniero en Software hasta entrar a la universidad.

Es importante destacar que la desconfianza por la educación superior también se vio soportada por mi descontento con la secundaria y el sistema educativo en general. Detestaba el bachillerato y las asignaciones improductivas que nos ponían hacer. Yo quería leer, aprender, estudiar, saber e investigar y sentía que todo lo demás me robaba el tiempo. Estaba obsesionado con el tiempo desde que entendí todo lo que me faltaba por aprender.

Por otro lado, mi incertidumbre no estaba totalmente fundamentada en la ignorancia pues ya había leído a Chema múltiples veces desde el 2010 hablando sobre Ingenier@ Sí, Ingenier@ No o a Paul Graham escribiendo sobre Undergraduation. También conocía la comunidad de Developers Dominicanos …  es decir, estaba relativamente documentado. Así que fui y terminé matriculándome en la universidad APEC movido más por la presión social de ir a la universidad que por interés personal.

Aún siendo un cascarón lleno de sueños y aspiraciones, empecé mi primer cuatrimestre ávido de todo al mismo tiempo. Fui afortunado porque mirando en retrospectiva tuve excelentes profesores en el circuito básico de la carrera (con sus desafortunadas excepciones claro está). Alta mención merece Osiris de Óleo, mi profesor de Historia Social Dominicana y primer acercamiento con un académico (atribución a título personal) a carta cabal. Mal interpretado por el estudiante promedio por la forma monótona y poca inspiradora en la cual imparte su clase, sin embargo en términos de conocimientos no tiene nada qué envidiar. Podía disertar por 3 horas seguidas con alto rigor sobre todos los por menores de la historia sin necesidad de leer directamente del libro. Escenario que me parecía sorprendente pues no era el accionar predilecto de mis educadores en la secundaria.

Dentro de esa misma linea está mi profesora de Matemática Básica para Ingeniería, Cecilia González. Dura como el acero y blandita como el algodón. Encarnación de la frase “pedagogía por el librito”. Tuvimos fuertes discusiones en clases porque aún siendo necio como una mula, intervenía constantemente cuando ella decía imprecisiones u omitía detalles que no le permitían al estudiante ver la perspectiva completa del tema en cuestión. Esto se daba muy seguido al principio pues mi filosofía anarquista y disruptiva era “abre la boca aunque te entren moscas”. Para mí la única forma de aprender era a través de la deducción y el entendimiento de dónde venían las cosas, elemento que Cecilia, constantemente omitía pues se salía de su programa de clases (planificado al dedillo).  La pongo en la lista porque a pesar de no ser la más inspiradora, la más inteligente o la mejor pedagoga, me enseñó a no ver el mundo en blanco y negro de forma indirecta. Al final de la materia terminamos llevándonos muy bien y le tomé mucho cariño.

Otra mujer en el escalafón de los honores es mi profesora de Matemáticas Superior, Lilian Oviedo. Lillian era más liberal y menos rígida en la forma de impartir su materia. Su clase era una evolución continua, en donde empiezas en la niñez y terminas en la adultez. No era conocida por omitir detalles y mostraba un dominio excepcional en los temas que hablaba. Yo venía desarrollando mi mascota personal de apuntes sobre física y matemáticas, en aquél entonces estudiaba las series de Taylor y la transformada de Fourier (huelga decir que la TF me quedaba grande aún, podía resolver la integral pero no comprendía la aplicación en su totalidad). Lilian siempre se mostraba dispuesta a responderme cualquier pregunta que tuviera sobre otros temas aislados a su clase, ya sea después de la misma o en un espacio libre entre un tema y otro. Lilian fue una fuente de inspiración fuerte porque tenía una maestría en matemática pura y podía hablarme de álgebra abstracta, las estructuras algebraicas o cualquier otro tema de matemática avanzada que para mí eran toda una fascinación. Mi amor por Lillian terminó de fermentarse cuando me enteré que además de matemática fue periodista del Nacional por más de 10 años y aún seguía en la producción de artículos desde su espacio independiente. Seguimos en contacto hasta el final de mi carrera pues además es un amor de persona.

La primera impresión positiva que tuve de la carrera fue cuando cursé la materia de Fundamentos de Ingeniería de Software. A este punto ya había cursado otras asignaturas básicas orientadas a la informática pero ninguna me había impactado. No fue el temario de la asignatura, ni los estudiantes de esa sección sino el tutor encargado, Juan Pablo Valdez. Juan Pablo fue mi primer contacto con un Ingeniero en Software cuyo título estaba sustentado tanto en experiencia como en conocimiento. No solo era excelente profesional y docente sino también poseía el don de gente. Paciente, amable, gentil y considerado. Recuerdo en más de una ocasión haberle externado mi admiración así como gratitud por tener la paciencia de contestar a todas mis preguntas que no eran pocas. Me sentía emocionado porque alguien por fin nos enseñaba los conceptos de Ingeniería de Software, con él tuve una visión holística de lo que realmente era la carrera en términos ingenieriles. Dígase, la aplicación de la Ingeniería al Software, más allá del departamento de humo y grasa. Gracias a él, conocí los primeros project artifacts y sus utilidades. El project charter, el cronograma de proyectos, documentos de visión y especificación, documento de requerimientos, historias de usuarios, casos de uso, el modelo 4+1 vistas, diagramas de clases y entidad relación (estos los conocía), diagramas de secuencia, estado, actividades, plan de pruebas, caso de pruebas, scripts de prueba, documento de implementación y pase a producción, etc.

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